domingo, 24 de junio de 2012

¡¿Felicidad?!




            Mirad, uno de los fundamentos de la ciencia económica, es que cada uno de nosotros como individuos racionales que somos, debemos perseguir el objetivo de maximizar nuestra felicidad (en microeconomía hablamos de la función de utilidad como un modo de estimar la felicidad). Pues bien, el problema es que parece que el capitalismo ha malinterpretado esto dado que la mayoría de indicadores de lo que está bien o lo que está mejor se basan en el nivel de acumulación de recursos tales como dinero, PIB… El problema ya no es que el capitalismo tenga esta concepción sino que la gente hemos heredado de nuestro sistema económico este modo de pensar. ¿Da el dinero la felicidad? Imaginemos que estamos solos en una isla desierta y no podemos salir de allí, de repente encontramos una bolsa con millones de euros pero ¿De qué nos sirve? Seguramente acabaríamos haciendo una hoguera con el dinero en una noche fría. Se ha demostrado que la riqueza aumenta la felicidad de un modo logarímico y que, llegados a cierto punto a más riqueza menos felicidad, siendo (ceteris paribus) las clases medias las que disfrutan una mayor felicidad. Una de las explicaciones que se dan a este hecho tiene que ver con que (como cita Eduardo Punset) la felicidad está en la antesala de la felicidad. Eduardo cuenta que cuando le daba de comer a su perra esta se ponía a dar saltos de alegría en un estado de auténtica euforia que casi no le dejaba ni poner el plato de comida, sin embargo una vez que ya estaba el plato en el suelo unas veces comía y otras no. Es decir a veces nos hace más felices la espera de algo bueno que este hecho en sí. Los que no somos ricos tenemos siempre la emoción de pensar “y si mañana de repente fuese rico”, pero los que ya son ricos y no son felices tienen una antesala menos de la felicidad que los demás

            No olvidemos nunca que las cosas que merecen la pena no suelen costar dinero. Hay una historia que cuenta que un viajero iba por el monte cuando llego a un pequeño pueblo en el que encontró lo que parecía ser un cementerio y se fijó en una inscripción que decía “Francisco fallecido a los trece años y dos días”, luego miró la de al lado “Fernando fallecido a los cuatro años y un día”. El viajero quedo sumido en una enorme tristeza al ver que todos los que allí yacían eran niños de muy poca edad. Entonces apareció un trabajador del cementerio y el viajero le preguntó ¿Qué clase de maldición existe en este pueblo por la que todos los niños fallecen a tan temprana edad?. El enterrador sonrió y le explicó que en aquel pueblo tienen por costumbre llevar una libreta siempre encima y cada vez que hacen algo con lo que son realmente felices apuntan en la libreta que sucedió y cuanto tiempo duró esta emoción. Al final de la vida de cada una de las personas, es costumbre coger la libreta y sumar:
-       Un amor: cuatro meses de felicidad
-       La llegada tras mucho tiempo de un viejo amigo: un día de felicidad
-       El nacimiento de un hijo: un año de felicidad
……

¿Qué quieres que sumemos en tu libreta?
Maximiza tu función de utilidad, maximiza tu felicidad y no te tomes la vida tan en serio pues al final no saldrás vivo de ella.

Borja Montaño
Doctor en Economía

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