lunes, 1 de enero de 2018
El sistema económico del futuro
A los economistas nos gusta predecir el futuro. Es una enfermedad profesional. A pesar de que lo hemos hecho siempre muy mal y hemos cometido graves errores, no nos dejamos arrastrar por el desánimo y seguimos intentándolo. Aquí lo vamos a hacer de nuevo, pero, sirva este comentario de aviso, no conviene que se conceda a esta página más credibilidad que la que se concede al horóscopo de un astrólogo o a las revelaciones de un quiromántico.
Si los sistemas económicos tienen relación con el grado de conocimiento acumulado por una sociedad, es posible que estemos a las puertas de un nuevo sistema económico substancialmente diferente de los anteriores. Los conocimientos científicos y tecnológicos están avanzando en todos los campos a una velocidad sin precedentes históricos. Y también se está acortando el lapso de tiempo que pasa entre el anuncio de un invento y su aplicación y uso masivo. Además, las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, la informática e Internet, son avances extraordinarios que están dirigidos precisamente al tratamiento, acumulación y transmisión de informaciones por lo que se facilita aún más el aumento y difusión del conocimiento humano.
Al igual que la imprenta, abaratando los libros, promovió que mucha gente leyera, Internet, abaratando los costes de publicación y difusión, está promoviendo que mucha gente escriba. La expresión "comunicación de masas" tiene un nuevo sentido desde la popularización de Internet; hasta ahora significaba comunicación "de pocos a muchos", ahora significa "de muchos a muchos". Cuando se bucea al azar por Internet resulta asombroso constatar la cantidad y la calidad de los individuos que publican páginas web. Digo calidad de los individuos, no de las páginas. Quiero decir que es asombroso comprobar que hay centenares de miles de páginas escritas por adolescentes, o por pequeños empresarios, o por simples aficionados que nunca hubieran escrito o publicado ni una sola línea en su vida de no ser por Internet.
La imprenta permitió que algunos líderes -políticos o religiosos- descontentos con gobiernos absolutistas obtuvieran apoyos masivos y promovieran revoluciones; Internet facilita de forma extraordinaria que los ciudadanos puedan manifestar su opinión directamente a los gobernantes.
El abaratamiento de las comunicaciones es tal que, por el precio de un periódico, se puede enviar el texto completo de El Quijote a una lista de miles de personas, distribuidas por todos los rincones del mundo, que lo recibirán en pocos minutos. Y el abaratamiento de las comunicaciones significa también abaratamiento del comercio. El comercio electrónico pone hoy al alcance de cualquier persona ofrecer sus productos o servicios a cualquier parte del globo.
Internet y el comercio electrónico puede tener efectos positivos y negativos desde el punto de vista de los países en desarrollo. Por una parte, las nuevas tecnologías tienen un efecto equilibrador. Cualquier fabricante de alfombras de Túnez puede poner una página web que tendrá los mismos colores, el mismo tamaño y estará a la misma distancia del teclado del consumidor que el departamento de alfombras de los almacenes Harrods de Londres; y además a un precio asequible a cualquier pequeño empresario. Pero, por otra parte, puede tener también un efecto de profundización de las diferencias económicas. Lo que está ocurriendo es que los países ricos y las grandes multinacionales se han apresurado a usar las nuevas tecnologías, aumentando así, una vez más, las diferencias entre los grandes y los pequeños, ricos y los pobres.
Mirando al sistema económico del futuro, no vemos razones para que desaparezca el viejo conflicto entre el individuo y el estado, pero sí para que cambie de manera substancial. Es posible que el individuo sea cada vez más libre de "perseguir su felicidad"; pero en esa libre persecución es previsible que haya muchos perdedores que caigan por el camino. Parece muy conveniente pues que el estado tenga capacidad para intervenir y ayudar a los más atrasados, que coja parte de los beneficios que se consiguen gracias al conocimiento acumulado durante toda la historia de la humanidad y los redistribuya entre todos. Eso no va a cambiar o, en cualquier caso, habrá muchos que así lo demanden.
Pero ese estado tiene que cambiar también de forma substancial. Si las empresas son multinacionales y los beneficios son globales, la redistribución también debe ser global. Las instituciones y organismos públicos de carácter internacional están creciendo en número, en tamaño, en diversidad, en efectividad... y en agresividad. Podemos interpretar estos fenómenos como el surgimiento de un imperio, de un gobierno mundial. Y eso significa el debilitamiento de los viejos estados e imperios.
Todos estos fenómenos son tan diferentes a todo lo que ha conocido el ser humano en su historia que permiten considerar que la organización económica que está surgiendo será un sistema completamente distinto a todos los anteriores. Ojalá que sea mejor.
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