martes, 10 de febrero de 2015

Peligro: Agricultura, agua y energía

Mirad, hace cosa de dos años, colaboramos en un congreso junto a dos maravillosos catedráticos y alertamos de algo. Seamos conscientes del vínculo peligroso que existe entre la agricultura el agua y la energía ¿Qué vínculo? Esperamos responder a vuestra inquietud con este artículo

Agricultura, agua y energía

Inmaculada López, Joaquín Melgarejo, Borja Montaño


            Partiendo de los resultados de la Encuesta Sobre el Uso del Agua en el Sector Agrario del año 2007 (INE), el 77,9% del agua empleada para riego fue de origen superficial, el 21,1% de origen subterráneo y un 1% provenía de otros recursos (como agua reutilizada o desalada). En función del tipo de agua que se emplee el gasto energético asociado es uno u otro.
            Dependiendo del tipo de regadío empleado, el consumo hídrico varía (gravedad 7.500 m3/ha, aspersión 6.500 m3/ha, localizado 5.000 m3/ha) y al mismo tiempo según el tipo de agua que se emplee el consumo energético será diferente (el agua con un mayor consumo energético es la desalada con un consumo de 4,20 kWh/m3 a pie de planta, seguida del agua trasvasada 1,20-1,44 kWh/m3, la reutilizada 0,25-0,43 kWh/m3, la subterránea 0,15-0,68 kWh/m3 y la superficial 0,02-0,28 kWh/m3).
            El contar con recursos hídricos con distintos costes energéticos, hace que nos encontremos en una situación similar a una restricción presupuestaria microeconómica. La idea es que, trataremos de emplear los recursos hídricos menos costosos en primer lugar, y esto nos llevará, como se ha demostrado (Corominas, 2009) a que a medida que el consumo hídrico aumenta, el consumo energético por m3 es mayor. 
            De la situación anterior, se desprende el hecho de que una mayor disponibilidad del agua menos costosa en términos energéticos (la superficial), haría el consumo de agua más eficiente en términos energéticos. En este sentido, partiendo de los datos de precipitaciones medias anuales (con datos de MITYC desde 1960 hasta 2007) y otras fuentes bibliográficas (Hardy y Garrido, 2010; MARM, 2010; Melgarejo y Montaño, 2011) podemos ver que existe una relación inversa entre el gasto eléctrico en el regadío y el volumen de precipitaciones.
            Se sabe que la energía es necesaria para todas y cada una de las etapas del ciclo integral del agua. Hasta el punto de que es necesaria la energía en la extracción de agua, en su transporte, en su distribución, en la desalación, en la reutilización y depuración. Por otro lado, también en la generación de energía es necesaria el agua, por ejemplo en las centrales hidroeléctricas, en la refrigeración de las turbinas en las centrales térmicas, en la extracción y producción de los derivados del petróleo, para los biocombustibles, para la producción de hidrógeno, para su uso en la industria o uso doméstico. En la figura 1 podemos ver representada esta situación:

Figura 1: Marco integrado de agua y energía

Fuente: Wang, Y. D, 2009. Elaboración propia


En España, partiendo de la información de J. Corominas (2009) sabemos que cada m3 de agua es elevado en términos medios a 88 metros de altura, pese a que el mayor volumen de agua todavía se aplica por gravedad. El uso unitario de agua en las explotaciones estaría por debajo de los 5.000 m3/ha. Si partimos de las necesidades medias que se estimaban en el Plan Nacional de Regadíos de 2001 es decir, 4.100 m3/ha, se estaría también en relaciones consumo/uso superiores a 0,8.  Estos valores se han podido alcanzar gracias al incremento de la superficie de olivo y vid y a la falta de disponibilidad de agua.



Ha sido en los últimos cuarenta años cuando el nexo agua-energía se ha alterado dramáticamente. La tendencia general del consumo de electricidad en el regadío ha sido creciente desde los años sesenta hasta el presente. El gasto total de agua para el regadío en España asciende a 23.800 hm3/año (Cabrera 2009), con un consumo unitario medio de 0,2 kWh/m3 para lo cual es requerida una energía de 4.760 Gwh.
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            Los procesos de cambio climático hacen cada día más grave y urgente la necesidad de emplear los recursos energéticos e hídricos con criterios de sostenibilidad. El calentamiento global potencia la búsqueda integrada de respuestas.

            El uso de recursos hídricos no convencionales es cada día más frecuente en las recientes obras de modernización de regadíos y tienen aún un gran potencial de utilización. El disponer de estos recursos nos permite incrementar la cantidad de agua disponible, pero son por lo general más costosos en términos energéticos. Es por ello que debe de ser un objetivo prioritario el garantizar la eficiencia energética en el desarrollo del riego para así, satisfacer la sostenibilidad de la actividad. Para ello, la gestión de energía y agua debe estar integrada.

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