domingo, 30 de junio de 2013

La Economía no puede ser mecanicista




El profesor Antonio Argandoña (Professor, "la Caixa" Chair of Corporate Social Responsibility and Corporate Governance. IESE, University of Navarra)
ha compartido con nosotros este artículo. ¿Puede ser la economía algo mecanicista? No puede, no tratemos de convertirlo en algo así,

Muchas gracias Antonio!!



No puede ser mecanicista, pero a menudo la convertimos en algo así. A menudo se habla de la “envidia” que los economistas tenemos de la física, como una ciencia sin sobresaltos, sin excepciones… A menudo nos gustaría que fuese así. O al menos eso es lo que nos piden los ciudadanos, los políticos y los medios de comunicación. ¿Qué pasará, nos preguntan, si el banco central baja los tipos de interés 0,25 puntos? ¿Cuánto crecerá el PIB el año que viene? Pues… no lo sabemos. Y, claro, nos dicen: ¡qué desastre de ciencia es esa, que no es capaz de prever las consecuencias de las decisiones económicas! ¡Ni siquiera fue capaz de predecir la crisis financiera!
A mí me parece que la indeterminación de la economía es algo muy bueno, porque significa que somos seres libres, no robots, y que somos limitados, no perfectos; que aprendemos, que somos capaces de mejorar, de superarnos… y de equivocarnos otra vez. ¡Qué aburrida sería la vida, si todas nuestras acciones fuesen predecibles, como desean algunos economistas!
Permítame el lector que acuda a un argumento de autoridad –ahora que esos argumentos están tan mal vistos por nuestra sociedad, tan pagada de su fe en la ciencia (física, claro, no económica). Es de John M. Keynes, el famoso economista inglés, que en sus Essays on Biography (1993) afirmaba: “El profesor [Max] Planck, de Berlin, el famoso creador de la Teoría de los Cuantos, me dijo una vez que en sus años mozos había pensado estudiar economía, pero que la econtraba demasiado difícil. El profesor Planck era capaz de dominar fácilmente todo el corpus de la economía matemática en unos pocos días. Pero no se refería a esto. La amalgama de lógica e intuición y el amplio conocimiento de los hechos, muchos de los cuales no son conocidos con precisión, que hacen falta para la interpretación de la economía en su forma más elevada, es, verdaderamente, de una dificultad excesiva para personas cuyas capacidades consisten en imaginar y seguir hasta el fin las implicaciones de unas condiciones iniciales de hechos comparativamente sencillos que se conocen con una elevada precisión.”
Sí, hay demasiados mecanicistas alrededor de la economía, no solo como ciencia, sino también como actividad práctica. Lo que pretenden es algo así como decir que la medicina que curó el dolor de cabeza de un pariente nuestro hace un par de años es lo que necesitamos para aliviar nuestra migraña hoy. Algo que funcionó para otro país hace unas décadas se convierte en la política ideal para nosotros hoy. Si la política fiscal norteamericana ha tenido éxito, eso es lo que debe poner en práctica Grecia hoy, por ejemplo –sin preguntar cómo va a financiar el gobierno griego el déficit que los mercados internacionales financian sin pestañear a los Estados Unidos.
En lugar de envidiar a la física, apliquémonos a desarrollar ese conocimiento de los hechos, de las personas y de las instituciones a que se refería Keynes. La política mejor diseñada fracasará si no tenemos en cuenta la reacción de los políticos, de los sindicatos o de los ciudadanos. El modelo laboral norteamericano no se puede trasladar, sin más, a España, porque no cuadra, no ya con la cultura mediterránea, sino con otras partes del modelo económico, desde el sistema educativo hasta el mercado de la vivienda o la situación en que se encuentran los jubilados hoy. Y mientras el Tribunal Constitucional alemán se preocupe de las posibles obligaciones adquiridas por su gobierno por la compra de deuda pública por el Banco Central Europeo, tiene poco sentido la afirmación de que “lo que tendría que hacer ese Banco es lo que hace la Reserva Federal norteamericana”. Eso es wishful thinking, como dicen los anglosajones.
Sí, ya sé que los políticos, los medios de comunicación y los ciudadanos seguirán esperando recetas mágicas, mecanicistas, para solucionar los problemas económicos. Pero no existen esas recetas, porque la economía es, afortunadamente, una ciencia humana, hecha por personas limitadas y libres, capaces de defraudar las expectativas de los mejores expertos. Y prueba de ello es la frecuencia con que las conclusiones de un estudio empírico se ven desmentidas por las del siguiente, y la evidencia de que lo que funcionó hace poco tiempo deja de hacerlo después, precisamente porque la gente aprende y cambia, cosa que no ocurre con los átomos o con los planetas.
Y esto no es una conclusión pesimista, sino todo lo contrario, porque afirma que, si en economía no hay verdades últimas, no estamos condenados a nada, porque el ser humano, que es el protagonista de la vida cotidiana, tiene capacidades insospechadas. Pero, eso sí, hay que conocerlo bien, hay que auscultarlo, enterarse de lo que piensa, de lo que quiere, de lo que le atemoriza y de lo que espera. A partir de ahí, la economía empieza a ser diferente, aunque solo sea porque se pone a dialogar con la psicología, la sociología, la ciencia política o la filosofía.
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