lunes, 13 de mayo de 2013

Riesgos naturales, consumo y crecimiento demográfico




Muchas gracias Abel López Díez  por este artículo. De nuevo, como hemos hecho en artículos anteriores abordamos la cuestión ¿Se puede crecer ilimitadamente en un mundo limitado? Recordad que cuando hacéis click en "me gusta" sonreímos 


Durante decenas de miles de años la humanidad se ha visto sometida al azote de los riesgos de origen natural. Se trate bien de sequías, terremotos, inundaciones, frío o huracanes, la historia como bien sabemos guarda el registro de numerosas catástrofes, cuya magnitud revela tanto lo extremo de algunos acontecimientos, como la enorme fragilidad del tejido social en el que se han producido.
A pesar de que se puedan encontrar entre sociedades primitivas adaptaciones elementales al riesgo, que en algunos casos se han calificado de ecológicas (Tornel, 2007) en el sentido de que no incorporan modificación alguna al sistema natural, lo cierto es que la majestuosidad del medio ha dado lugar durante gran parte de la historia a que los humanos hayan pagado con sus vidas un tributo de impotencia, en todas los territorios y durante mucho tiempo.
Pero el número de pobladores de la Tierra, ha ido creciendo lentamente durante un largo periodo, ha pasado de mil millones mediados del siglo XIX hasta los algo más de siete mil millones en la actualidad. Se trata, sin duda, de un hecho de gran importancia, que ha tenido la capacidad de modificar sensiblemente la relación del hombre con su medio.
El fenómeno, por otra parte no es estrictamente demográfico. De forma casi paralela, la capacidad de actuación de la humanidad respecto al medio ambiente ha crecido con una rapidez extraordinaria. En la actualidad, la posibilidad de actuar mediante los elementos tecnológicos parece casi ilimitada, sobre todos en los países más desarrollados, donde la sociedad del consumo presenta su máximo exponente, así pues, podemos comentar como la humanidad se ha ido implantando de forma muy visible por toda la superficie de la Tierra.
Muchos lugares se han ido ocupando por el hombre, cuando éstos habían sido evitados durante siglos, esto ha dado lugar a la presencia humana mucho más allá de los límites óptimos del hábitat de la especie. Esto ha sido posible, en parte, gracias al desarrollo de grandes obras de infraestructuras, por ello, parece que el impulso o desarrollo tecnológico tiene como principal objetivo borrar los condicionantes naturales, o al menos convencernos de que es capaz de ignorarlos, acrecentado de ésta manera una sensación de falsa seguridad, la cual podemos relacionar en muchas ocasiones con el coste-beneficio de éste tipo de grandes estructuras. Por ello se puede afirmar que en ocasiones se une el afán de rentabilidad con la confianza casi absoluta en la técnica, así pues, se ocupan territorios incluso cuando se conocen de forma clara las dificultades que éste puede plantear.  Un claro ejemplo de ésta última idea es observar como los ingenieros ante la posibilidad de que ocurra un acontecimiento peligroso se fundamentan en los periodos de retorno y asumen construir con un umbral de adaptación al riesgo, umbral de riesgo que puede ser superado fácilmente, como paso en Santa Cruz de Tenerife en marzo de 2002.
Sin embargo estas sociedades evolucionadas que estamos comentando son frágiles, precisamente por la complejidad que ha impuesto su propia evolución tanto demográfica como tecnológica. Pero más frágiles son aquellas sociedades en las que no se han alcanzado cotas altas de desarrollo y en las cuales los problemas demográficos están a la orden del día, como la superpoblación de determinados territorios de países subdesarrollados. En estos países este tipo de situaciones se manifiesta en muchos casos debido a sus propias actuaciones, pero en muchas ocasiones los culpables de las situaciones que se crean en los países más desfavorecidos los proporcionan los países más avanzados los cuales tienen objetivos económicos o políticos, que acrecientan las vulnerabilidades de dichas naciones. Es entonces cuando debemos plantearnos una pregunta ¿Se puede crecer ilimitadamente en un mundo limitado?,  como bien sabemos el territorio es finito al igual que sus recursos, esto se traduce en la necesidad de formular nuevos paradigmas sobre el control de la natalidad en determinadas regiones. Un gran auge poblacional en según qué territorios sino está acompañado de un desarrollo económico, social y tecnológico, nos dará como resultado el aumento de la vulnerabilidad, y por tanto la previsión de que frente a cualquier amenaza natural el número de víctimas será difícil de cuantificar.
Todo territorio tiene recursos y riesgos, es aquí donde el aprovechamiento de muchos de estos recursos puede generar nuevos riesgos tecnológicos o incrementar los efectos de los riesgos naturales. El aprovechamiento de esos recursos se fundamenta en el consumo y la necesidad de producir bienes y servicios, a priori está afirmación puede hacernos reflexionar sobre la responsabilidad que la sociedad tiene sobre el incremento a escala mundial de los efectos de los riesgos naturales, no obstante en la última década se ha desarrollado un marco normativo para intentar paliar y controlar los riesgos derivados de un uso excesivo del territorio. Por tanto, la necesidad de consumir por parte de la sociedad nos ha llevado en ocasiones a situaciones de enorme riesgo, las cuales cada vez van siendo menores fundamentalmente en aquellos países desarrollados.
En definitiva la expansión de la ocupación humana y su acompañamiento en implantaciones materiales ha ampliado y amplía continuamente los espacios de riesgo. Más allá de este comportamiento, el uso de la propia tecnología y el desarrollo de la sociedad del consumo, está desde mi punto de vista impulsando cambios medioambientales cuyas consecuencias aún son imprevisibles, pero las cuales podemos presumir graves.

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