miércoles, 8 de mayo de 2013

El desarrollo económico y los riesgos naturales. ¿Estamos cada vez más expuestos, o cada vez más seguros?














Excelente artículo de opinión que nos envía Alejandro Ruiz Cabrera. 

¿Cada  vez más expuestos a los riesgos naturales? Seamos cautos y practiquemos un desarrollo seguro, gracias Alejandro!!



El desarrollo económico y los riesgos naturales no han seguido la misma evolución en los últimos tiempos. Es indudable que en la sociedad occidental la población media ha experimentado una mejora de las condiciones económicas bastante alta, por motivos de distinta índole que no son el punto a tratar aquí, pero esto no ha sido igual con el número de fenómenos adversos producidos, o al menos no hasta el punto de representar un crecimiento de igual magnitud.
Dejando al margen temas controvertidos como puede ser el cambio climático, donde muchos de los escenarios que se presentan como más catastrofistas auguran un incremento de los periodos de sequia, lluvias más intensas pero también más irregulares y concentradas a lo largo del año, mayor numero de huracanes a lo largo de cada ciclo anual, etc., lo cierto es que los riesgos naturales no muestran una clara predisposición a incrementar o minimizar sus apariciones. Por lo tanto, no parece ser el brazo de la naturaleza el que desequilibre la balanza y se hace necesario acudir a la incidencia antrópica para poder explicar porqué el Consorcio de Compensación de Seguros, en los anuarios estadísticos que publica y que están al alcance de todo el público interesado ya que son de libre acceso, prevé un aumento de las cantidades a pagar por daños en las próximas décadas.
Llegados a este punto, podemos encontrar dos razones que llevan a que se produzca este aumento de los daños producidos sin un incremento del número de fenómenos anuales. Por un lado, el crecimiento urbanístico del país desde la década de los ’50, la cual marca el comienzo del auge del turismo en España, no ha estado en ningún momento auspiciado por una política de ordenación territorial eficiente hasta época reciente. Sirva de ejemplo la amplia franja litoral del sur de la provincia de Alicante, con una gran cantidad de urbanizaciones construidas en las últimas décadas con la intención de servir de segunda residencia en los meses estivales, cuya expansión no ha tenido en cuenta ninguna clase de precepto mas allá de la demanda existente en su momento por estas viviendas, y el rentable proceso que suponía la compra de estos terrenos a bajo precio –con respecto al que posteriormente llegaron a tener- para vender los hogares a uno muy superior. La inexistencia de una cartografía de riesgo, planes de ordenación territorial, leyes o decretos que dieran la importancia que merecen a los riesgos naturales, permitió la construcción indiscriminada en estas áreas, que ahora han pasado a ser una fuente inagotable de gasto en compensaciones económicas –principalmente por inundaciones- y gasto en medidas estructurales diversas –encauzamientos, presas de contención, etc.-.
En segundo lugar, el aumento del nivel de vida en los países europeos que se ha sentido hasta la llegada de la actual crisis económica sirvió para avivar año tras año esa burbuja económica que solo finalizó cuando no hubieron mas compradores que la acrecentaran, motivó la adquisición de estas segundas residencias que se situaban en zonas costeras con peligrosidad a tener en cuenta, pero es que además dichas residencias –y también aquellas que no son para veraneo, sino para habitarlas de forma continuada- fueron equipadas con toda clase de bienes de alto valor, fruto de la posibilidad y las facilidades dadas para adquirirlos, y que con la llegada de los fenómenos adversos dejaban una cuenta muy superior de daños provocados. Obviamente no es problema de las personas el comprar o no productos de lujo –y menos en una sociedad donde los bienes de Veblen parecen ser casi una necesidad de cara al estatus personal-, pero el simple hecho de exponerlos en viviendas con probabilidad de sufrir inundaciones o eventos sísmicos hace que aumenten los perjuicios de los mismos.
Definitivamente, el desarrollo económico resulta uno de los pilares fundamentales del avance de nuestro tiempo, pero la desidia ante los riesgos naturales que hubo en el pasado ha quedado como una muralla ante ello, y es que pocas cosas resultan más frustrantes que el ver como el premio a años de trabajo y es fuerzo son inundados y reducidos a ruinas, ya sean viviendas, vehículos o bienes materiales. Incluso asegurados todos ellos, la sensación siempre será que todo se pudo haber evitado si la herramienta de la ordenación del territorio se hubiera activado con anterioridad. Por lo tanto, concluimos diciendo que la población ha tendido a aumentar su riqueza media, pero también a colocarse en situaciones de mayor vulnerabilidad ante los medios naturales, y de esta forma podemos comprobar cómo zonas de alta peligrosidad han sido usadas para construir urbanizaciones de lujo, en las que muchísimas veces se instalan personas que ni siquiera son de la zona donde están, y que solo las usan como segunda residencia, por lo que desconocen los cambios meteorológicos que cada estación puede traer, lo cual es un factor más que incrementa esa vulnerabilidad que ya hemos mencionado.
La población se ha instalado en espacios más inseguros con bienes de mayor valor, pero pase lo que pase siempre se culpara al cambio climático y no a la nula planificación que se tuvo en el pasado.

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