lunes, 4 de febrero de 2013
El cursioso caso de Japón
¿Es Japón el país del futuro una vez más? En un sentido amplio, seguramente no, aunque solo sea por la demografía: los japoneses combinan una tasa de nacimientos baja con una profunda aversión cultural a la inmigración, de modo que el papel futuro de Japón se verá muy limitado por la escasez de japoneses.
Pero algo muy extraño está sucediendo en el frente macroeconómico a corto y medio plazo. En los últimos tres años, la política macroeconómica en todo el mundo desarrollado ha estado dominada por una ortodoxia de la austeridad; incluso en los países en los que no ha habido políticas de austeridad explícitas, como Estados Unidos, el miedo a los déficits ha impulsado un endurecimiento fiscal de facto, al tiempo que la política monetaria se ha quedado muy por debajo de la clase de medidas drásticas que cambian las expectativas y que el análisis teórico indica que son esenciales para una economía que trata de coger impulso en medio de una trampa de liquidez.
Ahora bien, hay un país que al parecer está rompiendo con la ortodoxia y, sorprendentemente, ese país es Japón. Según un artículo reciente, "el Gobierno japonés ha aprobado medidas de estímulo urgentes que contemplan un gasto de 10,3 billones de yenes, como parte de un esfuerzo agresivo por parte del primer ministro Shinzo Abe para impulsar el crecimiento en una economía que lleva tiempo moribunda.
"Abe también ha reiterado su deseo de que el Banco Central de Japón adquiera un compromiso más firme para detener la deflación inyectando más dinero a la economía, lo cual, según el primer ministro, es esencial para animar a las empresas a invertir y a los consumidores a gastar".
Esto es particularmente llamativo porque Japón siempre se ha puesto como ejemplo de escarmiento: ¡Miren lo alta que es su deuda! ¡Se cierne un desastre! De hecho, allá por 2009, circulaban muchas historias que aseguraban que la largamente esperada catástrofe de la deuda japonesa por fin se avecinaba.
Pero la verdad es que no. Los tipos de interés a largo plazo japoneses aumentaron en la primavera de 2009 a causa de las esperanzas de recuperación, no por el miedo a los vigilantes de los bonos. Y cuando esas esperanzas se debilitaron, los tipos volvieron a caer, y en la actualidad se mantienen muy por debajo del 1%.
Y ahora viene Shizo Abe. Como nos cuenta Noah Smith, bloguero y redactor de The Atlantic, no se corresponde con la idea que uno tiene de un héroe económico; es un nacionalista, niega las atrocidades de la Segunda Guerra Mundial, y es un hombre al que la política económica interesa más bien poco. El que esté desafiando la ortodoxia probablemente sea más un reflejo de la aversión que siente en general por la opinión culta que de una aceptación sopesada de la teoría heterodoxa.
Pero puede que eso carezca de importancia. Es posible que Abe esté haciendo caso omiso de la creencia general en lo que respecta al gasto, y amedrentando al Banco de Japón, por las razones equivocadas, pero el hecho es que está proporcionando realmente un estímulo fiscal y monetario en un momento en el que todos los demás Gobiernos de los países avanzados están demasiado esclavizados por la Gente Muy Seria como para hacer algo diferente. Y hasta ahora los resultados han sido totalmente positivos: ningún repunte de los tipos de interés, pero una drástica caída del yen, lo cual es algo muy bueno para Japón.
Sería una amarga ironía que un tipo bastante malo, por todas las razones equivocadas, acabe haciendo lo correcto desde el punto de vista económico, mientras que todos los buenos fracasan porque están decididos a ser, eso, buenos.
Pero es lo que pasó también en la década de 1930.
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muy bueno. Yo creo que es lo ue Europa debiera hacer
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