jueves, 8 de marzo de 2012

La alargada sombra de los desequilibrios en Europa

Extraordinaria colaboración de:


Javier Andrés

andres_editor
Máster en Economía por la London School of Economics y Doctor en Economía por la Universidad de Valencia (1981).
Actualmente es catedrático de Fundamentos del Análisis Económico en la Universidad de Valencia y profesor visitante del Departamento de Economía de la Universidad de Glasgow.
Director de Moneda y Crédito.
Es Fellow de la Asociación Española de Economía.






El debate mediático se centra inevitablemente estos días en el efecto sobre el desempleo de las reformas emprendidas por el gobierno, en particular en su efecto a corto plazo. La magnitud del problema y los riesgos de que las altas tasas de paro se hagan persistentes justifican esta preocupación. Sin embargo una vez que los acuerdos fiscales y la actuación decidida del banco Central Europeo parecen haber alejado, al menos por ahora, el riesgo de una crisis fiscal desordenada es el momento de recordar que el éxito o el fracaso de las reformas se medirá en función de su contribución a aliviar los problemas de fondo de las economías europeas, que se han ido gestando a lo largo de más de una década y que no van a resolverse de la noche a la mañana. El primer Alert Mechanism Report, que la Comisión Europea hizo público el 14 de febrero, recoge una serie de indicadores macrofinancieros de los países miembros. Más allá de la foto fija que proporciona el informe, el análisis dinámico de estos indicadores sugiere que los principales desequilibrios de las economías europeas –en particular su baja capacidad competitiva y su elevado endeudamiento exterior- no se están corregido a un ritmo adecuado o incluso que no se están corrigiendo en absoluto.

El ARM supone el primer paso para poner en marcha el denominado Macroeconomic Imbalances Procedure, del que la Unión Europea se ha dotado para monitorizar la evolución económica de cada uno de los países que la forman. EL MIP –cuya descripción puede encontrarse aquí- pone un especial énfasis en el seguimiento de los desequilibrios que pueden desembocar en crisis generalizadas como la que estamos sufriendo y a los que no se ha prestado una atención suficiente en el pasado. A partir del resultado de este seguimiento, si la Comisión Europea considera que alguno de los indicadores entra en zona de peligro puede obligar al país afectado a proponer un plan de acción para su corrección que, en caso de no ser aplicado adecuadamente, puede dar lugar a una sanción económica o a la pérdida de ciertos derechos de voto. La lista de indicadores, diseñada para detectar desequilibrios interiores, financieros y de competitividad, es la siguiente (entre paréntesis figuran los límites a partir de los cuales se detecta algún tipo de desequilibrio relevante): Balanza por cuenta corriente (%PIB, -4%, 6%); posición internacional neta (%PIB, -35%); tipo de cambio real efectivo (tasa de variación, -5%, 5%); cuota de mercado de exportación (tasa de crecimiento, -6%); coste laboral unitario nominal (tasa de crecimiento, 9%); precio de la vivienda (tasa de crecimiento, 6%); flujo de crédito al sector privado (%PIB, 15%); deuda del sector privado (%PIB, 160%); deuda pública (% PIB, 60%); y tasa de desempleo (10%).
Como se aprecia en el cuadro resumen -en el que he excluido los países más pequeños- el primer informe de situación señala que todos los países tienen al menos dos indicadores en zona de peligro y que varios tienen más de la mitad fuera de los límites que se consideran sostenibles. Los países con peores resultados cualitativos pertenecen a la periferia del área Euro en donde Grecia, Portugal, Irlanda y España suspenden en al menos cinco de los diez criterios. La situación es peor si tenemos en cuenta que indicadores como la tasa de crecimiento del precio de la vivienda y del crédito al sector privado están hoy día dentro de los límites aceptados por el MIP como consecuencia de la extraordinaria restricción de crédito que sufren la mayoría de las economías de la UE.
Dejo para otro momento un análisis más detallado de esta información o de la muy desfavorable posición de España en varias de sus dimensiones. Sin embargo la dinámica de estos indicadores muestra con más claridad el problema de largo plazo de la UE y, más en concreto, de la Eurozona -he seleccionado el dato al inicio del Euro, 2001, en la fase final de la fase expansiva, 2008, y el más reciente disponible, 2010. En el Gráfico 1 se recoge la evolución del déficit por cuenta corriente de los países recogidos en el cuadro. Sólo Alemania, Dinamarca, Finlandia, Austria, Holanda y Suecia presentan superávits de forma sostenida aunque en general por debajo del límite superior marcado como problemático. Por el contrario diez países de la UE tienen déficits muy elevados, sistemáticamente por encima del 4%.
Es cierto que la propia recesión ha reducido esta disparidad en 2010 (barras en verde) desde los valores extremos que alcanzó alrededor de 2008 (rojo) y que esta convergencia se ha acentuado en los últimos trimestres, como se podrá sin duda corroborar en el próximo ARM. Sin embargo, como muestran los dos gráficos siguientes el problema exterior de la mayoría de los países Europeos, está lejos de resolverse. Por una parte las posiciones exteriores netas no han hecho sino empeorar a pesar de la reducción de los déficits exteriores (Gráfico 2). Con la excepción de Bélgica, Alemania, Holanda y Finlandia los países de la UE tienen una posición exterior negativa que ha aumentado desde 20001, y que no ha dejado de hacerlo en plena recesión. Nueve de estos países llevan ya varios años con niveles que no sólo superan el límite marcado por la Comisión –una posición negativa superior al 35% del PIB- sino que en varios casos más que la duplican en 2010. Y la enumeración de las economías en esta situación revela un patrón claro. En general son los países menos avanzados de la Unión, pero mientras en algunos casos –Eslovenia, Polonia, Hungría, etc.- esta situación se puede entender por su estado de desarrollo y su tardía apertura al exterior, el endeudamiento externo de los países periféricos de la Eurozona se ha multiplicado por dos –y hasta por tres- desde la creación del Euro, incluso en países con una década de bajo crecimiento como Portugal, y ha aumentado entre 10 y 15 puntos de PIB desde 2008. En estos países la combinación de estructuras poco competitivas, con una fuerte presión de la demanda interna –impulsada por el crédito y/o un elevado déficit público- y una moneda común y fuerte han dado lugar a un endeudamiento externo al que parece difícil poner coto.
Más allá de las diferencias en las posiciones exteriores netas, la dependencia respecto a la financiación exterior es una debilidad estructural, persistente de la UE que no da muestras de remitir. Las tendencias del ahorro en los actuales países emergentes indican que este va a seguir creciendo en los próximos años –aquí y aquí, por ejemplo- pero, como ya señalaba en un post anterior, esto supone una buena noticia sólo a medias. Por una parte es previsible que el ahorro mundial siga aportando fondos potencialmente suficientes para financiar nuestras economías, pero, por otra, la dependencia exterior puede hacer que los riesgos de crisis de financiación que sufrieron los emergentes en los años ochenta y noventa se conviertan en crónicos en las economías de la periferia Europea.
Y es que la única forma en que es posible reducir este endeudamiento exterior sin incurrir en una profunda recesión es la mejora de las exportaciones. Pero la evolución de un indicador crucial de la competitividad, como es el aumento de cuota de mercado de las exportaciones europeas, ha tenido un comportamiento decepcionante. En el Gráfico 3 se recoge esta evolución que ha sido negativa para los países más desarrollados de la UE. En particular todos los países de la Eurozona han experimentado un declive sustancial entre 2001 y 2008 en la penetración -en términos relativos- en los mercados exteriores, declive que se ha mantenido e incluso acentuado hasta 2010. Este proceso es hasta cierto punto natural debido a la irrupción de algunos emergentes, pero indica que la economía Europea en su conjunto continúa con la misma tendencia que nos ha llevado a la difícil situación actual.
Si el MIP funciona, debe ser útil para reforzar los mecanismo de gobernanza europea en lo que a prevención de crisis se refiere. La primera radiografía –ARM- de los desequilibrios macrofinancieros en la Unión Europea no deja una buena imagen de muchos de los países que la conforman, ni de la del área en su conjunto. Los peores registros se observan en aquellas variables que por su naturaleza –son stocks- tienen un ajuste más lento: posición exterior neta, endeudamiento privado, etc. Sin embargo tampoco los flujos están evolucionando con la rapidez que cabría esperar. La recesión por si sola no está favoreciendo el desapalancamiento ni la reducción de nuestra dependencia con respecto al ahorro exterior. El objetivo de las reformas debe ser acelerar este proceso de ajuste como condición necesaria para un crecimiento significativo y equilibrado. Ese es el verdadero criterio para juzgar su eficacia.



No hay comentarios:

Publicar un comentario